El hereje, de Miguel Delibes (1998), cuenta la historia de Cipriano Salcedo, nacido
en Valladolid el día 31 de octubre de 1517. Ese mismo día, en Alemania, Martín
Lutero clavó sus 95 tesis en la
puerta de la iglesia de Wittenberg, con las que comenzó la Reforma Protestante.
El libro consta
de un preludio y tres partes. En el preludio, se narra in medias res el viaje de regreso de Cipriano desde Alemania,
adonde había ido con el propósito de contactar con los discípulos de Lutero y
obtener libros con los que pudiera diseminar las ideas protestantes en
Castilla. La primera parte explica las difíciles circunstancias en las que el
protagonista vino al mundo: la muerte de su madre poco después del parto y el
rechazo sentimental de su padre, que decide internarlo en el Colegio de
Expósitos. Una de sus funciones como alumno era la de acompañar a los difuntos
en las exequias fúnebres, incluso cuando murió su padre, víctima de la peste
que azotó la ciudad de Valladolid durante 1527.
La segunda parte
trata de la adhesión de Cipriano al conventículo protestante de Valladolid, en
el que llega a ser uno de los miembros más destacados. A pesar de todo el
secretismo que envolvía dichas reuniones, el foco luterano es denunciado ante
la Inquisición y todos son encarcelados. La tercera parte condensa el año de
1558-1559 y relata con toda clase de detalles la macabra sucesión de
interrogatorios, delaciones, tormentos y finalmente el auto de fe en el que los
herejes mueren en la hoguera. La frase más desgarradora, y que mejor resume esta
obra, la pronuncia el tío de Cipriano en la última visita a su sobrino en la
cárcel: “– Algún día estas cosas serán consideradas como un atropello contra la
libertad que Cristo nos trajo.”
Nuno Gonçalves (prof. de Espanhol)
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